Oído interno. Un vértigo de emociones.

Publicado en Kiné N° 143. Agosto 2020. Se puede leer y descargar de manera gratuita aquí


“Vértigo Del lat. vertīgo, -ĭnis 'movimiento circular', 'vértigo, vahído'. 1. m. Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean. 2. m. Turbación del juicio, repentina y pasajera. 3. m. Apresuramiento anormal de la actividad de una persona o colectividad. vértigo de la altura 1. m. Psicol. Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona.” Diccionario de la RAE


Escalera barroca Iglesia San Domingos de Bonaval, Santiago de Compostela.


Un viaje desde el oído Hace quince años inicié un viaje sin retorno: una hipótesis, surgida mientas daba una clase, sobre la relación entre el oído interno y la emoción y su potencial en el trabajo corporal para la práctica expresiva me involucró en una investigación que tuvo muchas etapas. Ésta derivó en la creación de un entrenamiento que busca ampliar la consciencia de los procesos cognitivos de los que participa el oído interno. En el oído interno encontramos la cóclea, que forma parte del sistema auditivo, y el vestíbulo. Los circuitos vestibulares están implicados en la percepción y la memoria espacial, el equilibrio y la atención dividida, la percepción del desplazamiento angular de la cabeza, la detección sensorial del desplazamiento lineal, la percepción de los cambios de las fuerzas gravitacionales. Los núcleos vestibulares, en el tronco encefálico, poseen proyecciones hacia la médula espinal que colaboran con la coordinación del balance postural y, en conexión con los núcleos oculomotores, estabilizan la mirada. Pero también, los sistemas funcionales cerebrales y sus mecanismos en el hemisferio derecho relacionan al sistema vestibular con la regulación emocional. La prevalencia cultural del sentido de la vista, sobre todo a partir de la segunda mitad del S. XX, nos hace relegar la valiosa información que nos llega a través del sistema vestibular. No importa lo que percibimos si la referencia visual lo pone en duda. La vida cotidiana en las grandes ciudades nos empuja a desestimar la información perceptiva para sobrellevar la convivencia en espacios públicos como el subterráneo, el colectivo, un banco en hora pico y hasta un bar. Las valoraciones sobre si un espacio es amplio o comprimido o si una distancia entre dos personas es mucha o poca, serían muy distintas si en vez de pensarlas visualmente las pensáramos perceptivamente. Quizá por esto, muchas personas no saben darse cuenta de las sensaciones que tienen del espacio interno y del espacio inmediato. La función perceptiva vestibular es una noción vaga para muchos. La pandemia que estamos viviendo y las medidas de la llamada nueva normalidad en todo el mundo, ponen en crisis esta idea mercantil del espacio que busca el máximo aprovechamiento del milímetro cuadrado y que nos entrena en negar la percepción vestibular haciéndonos creer que nuestro espacio personal es aquél que termina con el contorno de nuestra piel. 

SINTONIZÁNDONOS Gracias al vestíbulo, configuramos la imagen de nuestro cuerpo en el espacio. En sentido figurado, funciona como una especie de antena que capta y pone en diálogo información muy sutil y afirma nuestra subjetividad. Por eso a mí me gusta utilizar la expresión “sintonicémonos”. Nadie puede percibir por nosotros. Pero cuando acallamos esta información perceptiva, es como si permitiéramos que eso sucediese. Cuando entrenamos su registro y valoración, podemos percibir cómo alguien entra en nuestro espacio personal inmediato mucho antes de lo que solemos llamar “cerca”, podemos tener la sensación de algo o alguien que viene hacia nosotros y descubrir que, en realidad, está sucediendo al revés y comprobar que el espacio se conforma con la memoria de otras vivencias espaciales. El primer hecho desconcertante para quienes asisten a estos entrenamientos suele ser que deben realizar una gran parte de la clase con los ojos tapados. Desde esta dominancia del sentido vestibular, con el de la vista en reposo, no tenemos más adentro y afuera: somos en un espacio. Cualquier movimiento, incluso los sutiles o internos, adquieren una dimensión mayor y también se trastoca la sensación de qué es rápido y qué es lento. En esa percepción aunada se experimenta una sucesión vertiginosa de emociones, que surgen del diálogo percepción-sensación, como si vivenciásemos infinitos pliegues de espacio. Una experiencia fascinante, desconcertante y divertida. Una espacialidad en permanente transformación conformada por otras presencias que también percibimos de manera intensa y particular: sintonizándonos también sintonizamos con otros. La imaginación creadora es una combinación de la sensorialidad. Esto quiere decir que debemos hacer una clara diferencia entre el training, en el cual no hay situaciones libradas a la imaginación, sino a la observación y registro; y el trabajo creador, en el cual, ese entrenamiento se aplica y se recrea. En la imaginación creadora hay una reelaboración de experiencias sensitivas y una creación y recreación a partir de éstas. Entrenar y ponderar la consciencia de los procesos cognitivos de los que participa el oído interno, nos invita a aceptar la disolución de algunas estructuras, ponernos en crisis, desorganizarnos, y reorganizarnos integrando este potencial. Llego al final de esta nota que escribo y me doy cuenta de ciertos paralelismos entre lo que escribí y este tiempo histórico que nos toca vivir, en el que puede sobrevenirnos una sensación de desequilibrio, emocional o físico; o también de pérdida o de ganancia de espacios. Quizá sea un buen momento para sintonizarnos, percibir la dimensión y el potencial de los pequeños movimientos, acompañarnos en la sucesión vertiginosa de emociones que puedan emerger y reafirmarnos en la experiencia de ser en un espacio que no está separado de nosotros.

 Gabriela González López Artista escénica. Investigadora. Docente. Profesora Titular de Cátedra en la UNA. Coordinadora de los talleres Cuerpo y Artes Escénicas. Especializada en Técnicas Corporales Conscientes. Beca Nacional Grupal del FNA (2009) para la investigación transdisciplinaria “La función del oído interno en el trabajo del intérprete músico y /o actor.” Creadora de un abordaje corporal que se basa en investigaciones sobre el oído interno y su relación con la emoción, la percepción y la memoria: Estimulación Vestibular y Sintonización Somatico-Emocional®