Personas en sillas, desde el 2000 hasta ahora.

Personas en sillas surgió como síntesis de varios años de investigación con sillas;
de pensar, vivir y observar las sillas como un elemento emblemático de nuestra cultura.
También como la comunión de las técnicas y lenguajes con los que me gusta trabajar.
Nació de mi necesidad de no quedarme sentada esperando, de hacer con lo que hay y en todo
lugar donde se pueda y de volver a lo esencial, a lo mínimo e indispensable que
necesitamos como artistas y que, en tiempos duros, o cuando nos sentimos
excluidos, es lo único que nos puede devolver nuestra propia fuerza.

Fue creado en el 2000 y lo realicé ininterrumpidamente
hasta el 2007 inclusive, y en 2010 lo
reestrené después de un tiempo de distancia que me permitió observar cómo se había
modificado la percepción de los espectadores en el transcurso de los años y
cómo esto generaba una nueva posibilidad de decodificación y favorecía la
entrada en el juego narrativo que la estructura de Personas en sillas propone. Hoy en día
estamos muy acostumbrados al rizoma y al link y esta manera de procesar la
realidad es algo presente en este espectáculo desde siempre.

En el último tiempo, este trabajo se transformó para mí en un motor y, a la vez, un medio de conocimiento y reflexión sobre la relación entre el espectador y el material.

En lo que refiere al teatro físico y debido al recurso de evocación de objetos y situaciones que mi desempeño en la escena genera, fue interesante observar, por ejemplo, en la tercera escena, que esa
mujer gris, que hasta hace poco asistía a una entrevista laboral, ahora era reinterpretada por algunos como víctima de la vida en la ciudad pasando por la cabeza de los espectadores todas las escenas por las que atraviesan sometidos a una escucha y un asentimiento de cosas en lo cotidiano que en verdad no quieren ni escuchar ni aceptar ni asentir. Las acciones son las mismas, el concepto es el mismo (el conflicto entre irse y quedarse que está contado a través de las partes del cuerpo que accionan con autonomía como si tuvieran pensamiento propio y divergente) cambiaron los significantes de esas acciones.

Otro ejemplo: la última escena, con la silla plegable, era para mucha gente “rara” o “no entendía” (si bien la propuesta de la obra nunca estuvo basada en que se entienda literalmente una historia); en cambio en 2010 adquirió una presencia y una preponderancia que antes no tenía. Ha pasado que espectadores que habían visto la obra dos veces o tres a lo largo del primer período, preguntaran si esa escena se había agregado o era nueva.

Y además, esto me da la feliz sensación de que ese último personaje, antes solitario y extrañamente lúdico, encontró la complicidad de la platea que ya no lo mira como a un excéntrico que se expone ante el público, sino que es el
emergente de una comunidad de navegantes mentales que acceden con placer y sin miedo a ese viaje por espacios ingrávidos (exteriores, virtuales o submarinos, según las interpretaciones, todos equivalentes simbólicamente).

Aunque me propuse esta obra para cuando “no tuviera otra cosa”, finalmente sus presentaciones fueron paralelas a otros trabajos de interpretación como actriz, cantante y/o bailarina; con elencos numerosos o pequeños y cobró una vida propia. Hacer las funciones me proporcionó una satisfacción que superó el objetivo de hacerlo cuando no tuviera otro trabajo y la investigación personal siguió desarrollándose durante el transcurso de los años, con otros fines,
medios y propiamente en las funciones.

Hoy, a punto de empezar una nueva etapa, con las presentaciones dentro del Ciclo de Unipersonales del Adán. Etapa nueva no solo por la remasterización del sonido y algunos pequeños cambios en las escenas; sino por el goce que produce compartir con otros compañeros de ruta, que aunque se suban de a uno al escenario, saben perfectamente que quien hace un unipersonal nunca está solo.