La experiencia de ponernos de pie.

 Publicado en Kiné n° 146.  Abril - junio 2021. Se puede descargar y leer de manera gratuita aquí

Poniendo en relación las etapas de desarrollo, el Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento, y nuestra propia experiencia.

Fedora Aberastury encontró el centro magno buscando deshacer el gesto estereotipado del rostro. Así lo cuentan varias de sus discípulas que estaban presentes en ese momento clave. María Inés Azzarri era una de ellas y creó una ejercitación con la observación de las propias fotos. Con ella aprendí ese trabajo hace más de 30 años que, en mí, siguió su propio desarrollo.



Propongo que para leer esta nota tengamos a mano algunas fotos personales y de nuestro archivo familiar, de bebés hasta los dos o tres años. Intentemos contemplarlas de manera que la observación se vuelva una experiencia de memoria. Es sorprendente lo que podemos recordar cuando ponemos en juego las sensaciones kinésicas. Me gustaría que la lectura se produjese con una disposición que nos lleve a la práctica, para conectarnos con la percepción de la organización de nuestras fuerzas internas.

 La postura bípeda se construye a lo largo de las etapas de desarrollo en una progresión céfalo – caudal (de la cabeza a los miembros inferiores) a la par que se van consolidando el equilibrio, la percepción y emisión sonora, la emocionalidad y el habla. Nuestra relación con el mundo comienza a configurarse transitando el espacio a través de las etapas de pez, reptil, gato, mono. Estas fases, en las que afianzamos nuestra individualidad, tienen un correlato fisiológico a medida que se desarrollan y especializan las capacidades de determinados órganos. Nuestra organización postural se consolida primero con la estabilización de la cabeza por el desarrollo del tono muscular del tronco y el cuello; después, con la estabilidad del tronco logramos la posición sentada y, por último, llegamos a la postura erguida gracias al desarrollo del tono muscular de las piernas y los pies. Nuestros miembros inferiores están especializados en desarrollar la marcha y mantener la postura bípeda; los miembros superiores se ocupan de las acciones prensiles, de agarrar y arrojar, liberando a la boca con la mano útil. Esta ventaja, de prescindir de la boca para la prensión, permite a la musculatura facial obrar en la emisión vocal y jugar su rol fundamental en la voz humana hablada. Ahora hagamos una pausa, observemos las fotos y volvamos a leer este mismo párrafo con nuestra memoria kinésica despierta y sintiendo en las entrelíneas las relaciones entre estas posiciones, el espacio que nos rodea, los pensamientos, las acciones y la marcha.

Inmersos en una cultura que ha entronizado la cabeza, una vez que adquirimos la bipedestación y continuamos nuestro crecimiento, dejamos atrás nuestra relación de proximidad con el suelo y todo lo que ésta conlleva. Actuamos como si asumiéramos que son las ideas las que nos sostienen de pie y olvidáramos que la postura es dinámica y regulada por informaciones visuales, táctiles, propioceptivas musculares, propioceptivas articulares, propioceptivas vestibulares. Nuestro movimiento tónico, la fuerza motriz que nos sostiene en el mundo, va quedando sumergido debajo del esfuerzo mental y muscular de sostener. Aparecen las corazas musculares y el gesto estereotipado con el que nos presentamos socialmente.

Ahora hagamos la experiencia de recordar que nuestra relación con el espacio es permanente y dinámica. Cuando estamos próximos a nacer, nuestro sentido vestibular nos orienta en el canal de parto y la parte alta de la cabeza puja para que hagamos nuestra aparición en el mundo. La cúspide de la cabeza emerge de la vida intrauterina y comenzamos el desarrollo de nuestro movimiento tónico en una relación con la fuerza de gravedad. ¿Estamos listos? Entonces, hagamos una experiencia:

Recostémonos en el piso, boca arriba, y utilizando únicamente la fuerza que surge del centro de la cúspide de la cabeza movamos sólo lo que ésta nos permita mover.  El ejercicio puede ser un poco sorprendente y muy revelador. Sobre todo, si nos ocupamos realmente de abandonar todo tipo de movimiento conducido y toda lógica aprendida. A medida que abandonamos las tensiones musculares, nuestro pensamiento irá acallando los juicios y dejando que el sentido vestibular y los ojos tomen la iniciativa.  Se nos revelarán una perspectiva y una sensación del espacio muy novedosas. Si tuviéramos que poner la experiencia en palabras, seguramente sería algo así como “siento que el espacio es inmenso y que yo también lo soy”. Y, aunque solo estemos moviendo nuestros ojos o nuestra cabeza a los lados, la sensación de nuestro movimiento interno será amplia.  A continuación, localicemos el centro del espacio de la frente. Ese espacio, llamado por Fedora Aberastury centro magno, que está en la superficie de la frente un poquito más arriba del entrecejo. Seguramente, aunque no nos lo hayamos consignado, nuestra lengua estará relajada, dilatada, al igual que toda nuestra musculatura. El centro magno se nos presentará, abierto y potente, como un lugar magnífico desde el cual mirar y ver el mundo. Siendo movidos por estas dos fuerzas (la cúspide de la cabeza y el centro magno) la cabeza ampliará su direccionalidad y su movilidad. El espacio se amplía. Después de un largo rato hasta puede ser que lleguemos a ponernos boca abajo. Somos una unidad con el espacio y lo queremos abarcar como peces en el agua. Enseguida, la lengua también nos mostrará que tiene más potencia, probablemente se asome relajada entre los labios o nos den ganas de balbucir. Después, se activarán los centros de las palmas de las manos y descubriremos el placer de reptar.  Los desplazamientos pueden ser ínfimos, pero son placenteros y, probablemente, nos sintamos poderosos. Así podríamos seguir, a lo largo de varios días, hasta llegar a ponernos de pie.

Son muchas las implicancias del transitar esta experiencia: puede que los recuerdos surjan con una materialidad muy concreta, que los sentidos se potencien, que nos volvamos a sentir en brazos de quienes nos amaron, o que una idea creativa encuentre su resolución. En los más de veinte años que transmito este trabajo, fui testigo de estas y otras derivaciones; y yo misma suelo utilizarlo ante un bloqueo en un proceso creativo.         

La potencia motriz que nos sostiene en el mundo a través de estos espacios-centros de irradiación nos libera del esfuerzo y nos vuelve conscientes de nuestras fuerzas internas. El movimiento tiene una importancia extraordinaria para disolver el bloqueo de la conciencia.

Gabriela González López es Artista escénica, Investigadora, Docente, Coordinadora de los Talleres Cuerpo y Artes Escénicas. Profesora Titular de Cátedra en la UNA. Beca Nacional Grupal 2009 del FNA, para la Investigación La función del oído interno en el trabajo del intérprete músico y / o actor. De formación multidisciplinaria (actuación y dirección, canto, danza, técnicas corporales conscientes), la investigación sobre la consciencia del movimiento y el diálogo entre las artes son una constante en su labor pedagógica y artística. En el Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento, se formó con la Maestra María Inés Azzarri. En 2013 organizó en la UNA el Ciclo de Charlas en torno al Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento.