En las técnicas de movimiento consciente para el intérprete en escena.
Gabriela González López
Pongamos la atención en el oído interno: Es el órgano que posibilita que el sonido exterior, que hizo su recorrido desde la oreja a través del oído medio, sea decodificado e identificado en el cerebro. Para ello está directamente vinculado a éste mediante un par nervioso craneal, que se inerva en el oído interno y en el cerebelo. Pero, si además invertimos esta relación, y pensamos en el momento en el que pensamos con palabras o ponemos palabras a nuestros pensamientos (sin producir sonido mediante las cuerdas vocales) pareciera que el oído interno podría funcionar como un espacio que nos posibilite encontrar el equilibrio entre la audición interna y la audición de lo que viene del exterior.
El oído externo y el medio tienen como función la recolección de los sonidos del espacio que nos circunda. Pero la cóclea, ubicada en el oído interno y constituida por células nerviosas, es el lugar donde se aloja la audición interior y a la vez el órgano que recibe la información del oído medio y del externo. Por lo tanto, abrir el espacio del oído interno o abrir el oído interno, implicaría el equilibrio de una totalidad consciente ya que la “orden” de apertura involucra a los dos órganos alojados en ese espacio: la cóclea y el laberinto vestibular, recibiendo así información interior (mis pensamientos, mis “sonidos”, mi espacio interno) y del espacio físico que ocupo (a través de los sonidos externos y de las sensaciones espaciales producto de la fuerza de gravedad). Por eso, la sensación de apertura emocional. Literalmente: expresarse. Algo alojado en un espacio interno se libera o sale hacia el afuera.
Pensamos con palabras. Las palabras son acciones en sí mismas. Al pensar las palabras la cóclea que está ubicada en el oído interno está activada; pero podríamos estar cerrados a los sonidos del exterior. También a la inversa, podemos estar ocupados en recibir y entender la información que nos brindan los sonidos que vienen de fuera. La orden de abrir el espacio del oído interno, nos abre a las palabras o sonidos de nuestro pensamiento y a los sonidos de afuera, porque en ese órgano se juntan los dos espacios, el interior y el externo, en nosotros mismos. La visión es más vinculante con el afuera. Porque aún si la palabra activa recuerdos o imágenes, con los ojos abiertos está muy comprometido el nervio óptico en la visión exterior y las imágenes recordadas o creadas no tienen la misma nitidez que los sonidos, es decir que pareciera que la fenomenología de la visión “recreada” o interior no se encuentra en algún órgano del mismo ojo sino en el área correspondiente a la visión en el cerebro.
Curiosamente, abrir el oído interno, abre o mantiene abierta la atención interior; tal vez porque nos devuelve a ese espacio doble donde se juntan lo interior y lo externo (mediante nuestra percepción física y sonora de la piel hacia adentro) y nuestra atención aparece unificada aún en lo que desde otra perspectiva son direcciones contrapuestas. El afuera y el adentro, encuentran un punto de unión y de equilibrio: puedo permanecer con los espacios abiertos del oído interno percibiendo al unísono lo interior y lo exterior a la piel. El oído interno es un espacio que concilia: sonido interior y externo, abstracción o intangibilidad y materia densa (lo que algunos llaman pensamiento y cuerpo de manera dicotómica).
El laberinto vestibular es el que se encarga de la sensación de equilibrio mediante células que perciben nuestro movimiento, por eso digo que en los espacios del oído interno se concilia también abstracción y materia. Es decir: escuchamos los pensamientos o recibimos señales intangibles-sonoras-del afuera, estas señales no son la cosa en sí misma sino signos que nos permiten decodificar qué cosas son. (Ej. oigo una bocina /signo/ y pienso un coche /la cosa concreta en sí misma/ y tengo una reacción inmediata /movimiento/) También escuchamos nuestros pensamientos o nuestra producción interior (recordamos una melodía o pensamos una palabra determinada y eso nos genera un estado físico determinado o produce una reacción en nuestra química a través de neuropéptidos que modifican nuestro estado emocional).
Es decir que el oído interno sería, desde esta perspectiva en las que se encuadran las técnicas de movimiento consciente, un órgano que propicia el equilibrio en múltiples sentidos. Un espacio de unión o de conciliación de lo que desde una perspectiva fragmentada de la persona, de la anatomía, de la persona en relación al lugar que ocupa, son opciones diversas. Ubicarse en un espacio que une lo que podría vivirse como fragmentado. ReUnir, abriendo un espacio, múltiples dimensiones, ganar autonomía en el trabajo.